Come On, Feet

Pies, las víctimas del verano.
Para muchos de vosotros este post no tiene sentido porque os veo llevar botas, zapatos, tacones, y demás calzado que os cubre parte del pie. Para mí, eso es una quimera. En cuanto empieza a hacer calor, cualquier cosa que me toque el pie, me hace rozadura irremediablemente, y si me la hace... ahí se queda hasta Septiembre, o en mi caso actual que es Alicante... hasta Octubre, incluso.

Tras años de sufrimiento he ido creándome mi rutina preventiva, que pese a ser muy efectiva, no siempre lo es, porque el calor ataca de maneras insospechadas.

Primero, lo que más molesta, las rozaduras.

¿Qué son? Son el resultado de la fricción entre la piel y lo que sea que lleve encima. Si añades calor a la mezcla, obtienes una rozadura casi inmediata y mucho más irritada.

¿Qué hago yo? Pues por supuesto evitar el agente rozante en la medida de lo posible. Esto quiere decir llevar un calzado lo más ligero posible, que a la vez sujete pero no apriete. Porque si aprieta las tiras me harán rozadura. Y si no sujeta, la fricción de la suela me hará rozadura en la planta del pie.

(De repente, os sentís mucho mejor con vosotros mismos, ¿a qué sí?)

Para todo esto aúno 3 elementos:

1. Calzado poco agresivo:


Sí, es lo único que llevo en todo el verano.

2. Plantillas para evitar la fricción en la planta del pie:


Sé que son para tacones. Me da igual.

3. Y los días que me veo propensa al roce, o noto un calor infame, stick anti-fricción:




Como veréis, esta situación me limita bastante. Hace unas 3 semanas fui a una boda... los zapatos eran cerrados por delante, con medio pie al aire y con una gomica por detrás. El tacón es literalmente, de un dedo. Sí, me hicieron rozadura.

Lo tacones y yo nunca nos hemos llevado bien... aunque estoy intentando acercar posturas. En invierno, por supuesto. Y con plantillas y stick.

Segundo problema, la intemperie.

En verano nos tapamos menos, con lo cual estamos más expuestos a la porquería que flota en el aire. Y si vais con sandalias todo el día os daréis cuenta de que acabáis con lo pies negros y probablemente con durezas, los escudos deflectores de la naturaleza.

Esto no es un problema, es una cuestión de tener la rutina de cuidarse la piel, igual que nos cuidamos la de la cara, y la del resto de cuerpo (hombres del mundo, esto también va por vosotros).

¿Qué hago yo? Pues lo de siempre, lavar, exfoliar e hidratar.





Otra recomendación, es un gel frío para pies y piernas cansadas. Si como a mí, el verano os mata, va bien llegar a casa y refrescarse los pinreles tras la jornada. Si trabajáis de pie, obligatorio.
Y este año lo he probado no solo después de un duro día, si no como medida preventiva.
En mi caso ha sido para un festival de 3 días. Antes de ir y pasar las horas que sean de pie... gel en pies y piernas. Mano de santo.




Hace una semana estuve en Londres, y también me pateé lo mío. Pero como una es muy lista y se guardó el gel en el equipaje de mano, se quedó en la papelera de aeropuerto. Así que a los pocos días de estar en Londres entramos al Boots y compramos ésto.

Alivia bastante, pero cuando lo usaba antes de echar a andar... como que me costaba bastante subir escaleras. No sé si es que anestesia en demasía, o que yo ya estaba agotada. Os dejo a vosotros la elección.


Y como conclusión, una nota de amor hacia mi stick anti-fricción. El verano pasado estuve trabajando y tenía que llevar uniforme. Eso implica zapato en verano... Estuve al borde de la muerte podal.
Oh, stick, no sé lo que haría sin ti. Me ayudas en cada paso que doy, y me evitas muchos dolores. Siempre te tendré en mi vida, nunca me abandones.


De regalo, la canción que da nombre al post.




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